A veces la literatura nos acerca a realidades que, si no nos tocó vivirlas, alcanzan un carácter revelador, por lo que agregan en el plano de la experiencia y en la comprensión del otro. Rally de santos, la novela debut de Ángeles Alemandi (Santa Fe, 1981), es un mazazo desde la primera a la última página, y aun así un texto esperanzador y compasivo, donde la tensión no afloja nunca. La mujer que narra, de 32 años y con un hijo de 1 (Vicente), acaba de enterarse que tiene cáncer de mama. A través de una consciencia práctica, cruda y acelerada por el miedo a morir, vamos viviendo con ella el avance de la enfermedad y los tratamientos, la mirada incrédula o condescendiente del resto. Con este paisaje árido de fondo, sin embargo la ternura aflora por debajo de los hechos en la relación madre-hija, que es el otro tema central en la novela. Ante la noticia médica, la mamá de la narradora empieza a buscar en la fe (mayormente, cristiana) una ayuda para la curación de una hija que solo cree en lo que le está pasando. Esa oposición entre lo racional y lo espiritual se resuelve y se disuelve en el amor, en comprender que para salvar lo que más amamos cada cual apela a su mejor repertorio. Con una estructura de capítulos cortos, flashbacks y planos paralelos, en Rally de santos también se despliega el amor incondicional de la narradora por su hijo como otro río de vida.
“Me llevaron a una sala de cuidados intermedios hasta que desperté completamente. Recién ahí, cuando abrí los ojos, el llanto llegó como si al fin la fuerza del agua hubiese roto el dique. La congoja me sacudía, las lágrimas eran como el devenir natural de las cosas. La enfermera se acercó, me preguntó qué me dolía, le tomé la mano sin poder responderle. La apreté fuerte para que se quedase conmigo. Me acarició la frente, me dijo ya pasó, como yo le digo a Vicente cuando se cae y llora por el chichón en la frente.
YA
PASÓ.
Fue en ese instante cuando supe lo que me estaba diciendo y el agua se fue estancando en la cama del hospital, se hizo remanso y pude poner en palabras todo lo que me importaba.
–Quiero a mi bebé –le dije–. Quiero a mi bebé.”
Editorial: La Parte Maldita